12 diciembre 2010

Conociendo a Émily. Tercera Cita

Nota del Autor: Para leer esto que se supone que es un relato debes haber leído la primera y segunda cita en este respectivo orden. En realidad puedes hacer lo que te da la gana pero luego no te quejes que no te enteras de nada.

La resaca, es una patología muy común cuando sueles beber más de la cuenta. Hasta aquí todo bien. ¿Ir al médico por una simple resaca? Suena como si de una cosa de viejos se tratase, pero quizás era mi subconsciente el que estaba jugando con mis pensamientos y emociones.

No estaba muy lejos, así que cogí el coche. Tardé media hora en encontrar sitio, pero tuve la suerte de que la ambulancia saliera de su aparcamiento. Fui a recepción, saqué cita y pregunté quién era el último. Esperando pacientemente entre personas mayores la pude ver otra vez. Supongo que fue el subconsciente el que me trajo aquí para poder conseguir lo que éste, mejor dicho yo, deseaba. Se metió, posiblemente, lo que era su consulta, y en ese momento me llamaron para entrar.

La doctora se extrañó que viniera por una simple resaca pero de todas formas me recetó unas cajas de aspirinas. Sin darle las gracias ni despedirme salí dando un portazo. Yo quería gelocatil, pero que se le va a hacer.


Salí de la consulta viendo lo que ponía en las recetas. No tenía ni idea de lo que ponía. ¿Por qué los médicos escriben así? ¿Que nos quieren ocultar?. Estoy segurísimo que hay una asignatura en la carrera de medicina de caligrafía para médicos. Y también estoy seguro que los farmacéuticos tienen una asignatura de descifrar letras de médicos. No lo he investigado a fondo pero estoy seguro.

Absorto en mis pensamientos ni me dio tiempo a reaccionar. Cuando me di cuenta me choqué con alguien y mis recetas se mezclaron con sus papeles. Ambos nos agachamos y cuando estuve abajo ahí estaba Émily disculpándose porque no me había visto pasar. Yo reaccioné rápido y  le dije que la culpa fue mía. Después de darnos ambos mutuamente nuestros folios me presenté:

-Hola soy el autor de este relato ficticio, encantado.

-Yo soy Émily encantada de conocerte, me suena tu cara, ¿nos hemos visto alguna vez?.

-Pues si te soy sincero sí, nos vimos anoche en un pub, bueno te vi yo a ti, estaba al final del todo.- Dije mientras sujetaba las recetas con ambas manos.

-Ah si es cierto te vi al entrar, ya me acuerdo.- Dijo Émily con una sonrisa.

Seguro que ella quería saber donde me había visto, si no ya se hubiera marchado hace bastante tiempo. Al menos se fijó en mí, algo a destacar.

-Bueno tengo que seguir trabajando, un placer el autor de este relato ficticio.- Dijo Émily a la vez que ya se iba sin que me diera tiempo a reaccionar.

-Igualmente.- Le dije mientras se alejaba. No podía perder la oportunidad.

-¡Émily!.- Le dije alzando un poco la voz lo cual llamó la atención de dos viejos que estaban sentados justo enfrente esperando su turno. ¿Te gustaría que algún día, no sé, tomáramos un café o algo?

Lo que me respondió ante tal propuesta tan original es otra historia.

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