04 diciembre 2012

Las obligaciones y el frío

Este es uno de los inviernos más fríos que estoy viviendo desde que vivo en invernalia en mis carnes de toda mi vida, o al menos que yo recuerde.



Si ya de por sí uno es flojo, cuando hace frío se te quitan aún más las ganas de hacer cualquier cosa. Con lo bien que se está en el sofá calentito debajo de esa batamanta mientras sabes que afuera la gente está abrigada hasta arriba para evitar congelarse, te entran aún menos ganas de hacer algo, si cabe.

El problema llega cuando tienes obligaciones, es decir, hacer cosas inevitables, cosas que tienes que hacer si o sí. Hay una serie de cosas que como mucho puedes postponerlas hasta que llega un momento que debes hacerlas por cojones a la fuerza porque no te queda otra; y luego están las cosas que tienes que hacer justo en ese momento porque no se pueden hacer otro día.

Para que quede bastante claro, por ejemplo una obligación que puedes alargar hasta que no te quede otra es la de ir a comprar comida si aún te queda algo en la nevera hasta que ya no hay nada de nada.

Y en el caso de las obligaciones por cojones a la fuerza, son las de ir al trabajo, instituto, etc... etc..

En resumen, que hace mucho frío y no tengo ganas de ir a comprar y por eso estoy escribiendo esto como excusa para evitar ir al supersol. El problema es que me quedan pocas reservas de comida y luego tengo que ir a trabajar así que tendré que salirme de la manta  por cojones a la fuerza y no quiero.